Teorizando sobre pelotudeces: "dime como me llamas y te diré quién eres"

Ahora que tengo algo más de tiempo para perder, estoy entregadísimo a los pensamientos superfluos (o pelotudos). Es así como en una de estas particulares sesiones de pelotudez introspectiva, me acabo de tropezar con un hallazgo sorprendente: la forma que emplea la gente para nombrarme determina, en la mayoría de los casos y casi inconscientemente diría, el rumbo futuro de la relación.

Por las dudas, aclaro que me llamo Juan Pablo (ok, para los que saben que hay un tercer nombre les ruego guarden silencio). Es un nombre compuesto y no concibo la idea de separar uno del otro. Si alguien me pregunta cómo me llamo, la respuesta no será ni Juan ni Pablo: soy Juan Pablo!.
Pero claro, no me voy a poner exigente con una boludez así, por lo tanto cualquiera puede llamarme como se le dé la gana. Juan, Pablo, Juampi, JP, Juampa, etc son algunas de las tantas maneras de referirse a mi persona.
Y éste es el punto al que quería llegar: no es algo premeditado, pero cualquiera de las formas anteriores utilizadas para llamarme conducen a tipos de relaciones muy dispares. Para hacerlo más sencillo:

Los que me llaman Juan: generalmente son personas muy confianzudas. Tienen tendencia al abrazo y al contacto corporal de forma casi constante. Dependiendo la persona, es algo que puede llegar a molestarme. El vinculo es fuerte, aunque sofocante.

Los que me llaman Pablo: con estas personas tengo tendencia a encariñarme rápidamente. Generalmente las mujeres que me llaman así suelen ser objeto de mi afecto, un afecto que, de algún modo, siempre es correspondido. Sin embargo, por contradictorio que parezca, el vínculo es extremadamente frágil, pero no efímero.

Los que me llaman Juan Pablo: con estos no puede haber conflicto alguno. Saben muy bién lo que quiero y me complacen. Lástima que son la minoría.

Los que me dicen "Juanpi": garcas en potencia. Traicioneros latentes. Gente a la que hay que tenerle sumo respeto; nunca sabés cuando te la van a mandar a guardar.

Los que me dicen JP: inclasificables. En principio vagos (solo usan dos letras para no gastar más saliva con el resto del nombre), aunque en el fondo son gente de confianza. El vínculo es fuerte, pero en algunos casos indecifrable.

Los que me dicen Pablis: enfermos mentales crónicos. Generalmente tías lejanas que solo veo en las fiestas de fín de año y no paran de preguntarme; Y? ya te recibiste?

Los que me dicen Juancho: aahhh bueno. Acá nos tapó el agua. Estos son los campeones de la estupidez. Descerebrados totales, aún no lograron superar el complejo de Edipo. Si son hombres: son gordos y con incipiente calvicie, caminan revoleando la llave del Fiat 128 a cada lugar al que van y son hinchas de Boca. Si son mujeres: descuidan mucho su imagen, no se depilan el bello facial y son lesbianas en potencia (si no es que ya los son). Yo trato de alejarme de ésta gente, pero siempre hay uno a la vuelta de la esquina...

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