El culto a la poronga

El fin de semana pasado me tocó ser testigo de un ritual del que difícilmente vuelva a ser partícipe: una desepedida de soltera. Que como llegué ahí? Y bueno, un sábado a la noche sin planes y al pedo, es excusa suficiente para acudir a cualquier llamado (y sin titubear, cual Mauro Laspada ante una citación del coco Basile). Aparte pienso –humm despedida de soltera... muchas mujeres desesperadas... alcohol- y al mismo tiempo se me cruzan otras ideas menos agradables (strippers masculinos, ajjj). Bueno, el tema es que para cuando llegué al lugar donde se hacía la despedida, el panorama no podía ser más alentador: muchas mujeres desesperadas por ponerme en bolas, mucho alcohol (lo suficiente como para ver a las mujeres más atractivas de lo que eran), el stripper acababa de irse... no podía haber caído en mejor momento. Pero no. En ese clima festivo había algo que me sacaba de lugar, una presencia constante que no dejaba mi sensorialidad en paz, sofocándome por momentos. Pues se trata de lo que al parecer es una emergente figura totémica para las mujeres del siglo XXI. He aquí el nuevo tótem al cual el sexo femenino rinde culto, cual nativo de Mozambique en época de sequía: la poronga. Diversas siluetas de porongas confeccionadas en cartulina multicolor adornando las paredes del lugar, globos con formas de porongas (producidos por la mano perturbada de un mimo puto, casi con seguridad), vela con forma de poronga, sobre una torta poronga que ni en pedo la iba probar, consoladores, folletines con fotos de consoladores, todo todo todo en ese lugar era una poronga! Imposible sentarse sin colisionar con una poronga mal estacionada, imposible estar en frente de una chica sin ligarte un porongazo cortesía de los globos-poronga que usaban a modo de sombrero. Si cerraba los ojos, veía porongas... angustiante. Y por qué carajos tanta obsesión con la poronga? En comparación, en una despedida de hombres solteros no te vas a encontrar con conchas en la pared, ni con una torta con forma de concha, ni globos-concha (más allá de la dificultad que implicaría realizar un producto con esa forma). En una despedida de solteros, habrá una o dos putas contratadas para hacer los deleites del homenajeado, quien procederá a discreción ante los servicios ofrecidos... también habrá strippers que podrían ser las putas mismas, y los mas pajeros agradecidos. En general, con una mina en bolas es suficiente, y si no baila, mucho mejor. Pero nada de conchas de cartulina, ni velas-concha...
O sea, estoy perplejo ante la iconicidad de la poronga. Me parece una absoluta pelotudez. Entiendo que, poniéndome en el cerebro de una mujer heterosexual, debería sentir atracción por la poronga. Lo mismo es equivalente para el hombre, pero con la concha claro está. Pero cualquier hombre en su sano juicio no podría estar rodeado de conchas (conchas separadas del resto de la figura femenina, ni falta que aclare) sin sentirse al menos asqueado. Es de mal gusto. Las mujeres, en cambio, es como si realizaran una escisión en el cuerpo masculino, separando lo que para ellas, al parecer, es la parte mas productiva del hombre (tanto para el goce, como para la reproducción sexual), dejándonos como eunucos, aunque sin un harén al cual custodiar.
He aquí un gran avance del movimiento feminista. Todos los esfuerzos llevados a cabo en los años sesenta por figuras como Simone de Beauvoir o Yoko Ono, estaban dirigidos a un solo fin: cortarnos la pija.

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