Por amor a Guinness

No es que esté buscando la cerveza ideal -las hay buenas, regulares, malas y peores, y todas tienen su encanto- pero en el fondo no dejan de ser lo mismo (una mezcla de malta, lúpulo y levadura). Tampoco me preocupa hallar en cada rostro femenino una misma mujer ¿acaso alguien dijo que la mujer es una sola pero con diferentes caras?. Pero Guinness es Guinness, y cuando mis labios entran en contacto con ella, mi lengua se contorsiona como el abdomen de una odalisca bañandose en nectar, y la experiencia dura lo que duran los buenos besos, esos que te absorben el espíritu hasta dejarte vacío como un envase descartable. Guinness es Guinness, y si no hay, bienvenidas sean las Brahmas, por más que las odaliscas se declaren en huelga...
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