Escupiendo el asado

Tuesday, February 21, 2012

"Es solamente agua"

Tuesday, February 07, 2012

Super Nintendo

Cada vez que hago un repaso mental de mi vida sentimental (me cago en la cacofonía), encuentro un notable paralelismo con mi “vida gamer”. La historia de las consolas de videojuegos que pasaron por mis manos, es la misma infeliz y amarga historia de las mujeres que llenaron mis horas de entretenimiento. Pero claro, siempre existirá una “essstacionn de poderrr” con la que uno se encariña mucho, aunque no dudaría en venderla o permutarla ante la promesa futura de algo mejor. Super Nintendo fue, es y será la mejor consola de videojuegos que alguna vez tuve en mi vida: potente para su época, con el mejor catálogo de juegos, y un diseño no tan portentoso, pero bastante atractivo. Dormía con la Super NES en la cama, aunque era tanta la tentación que rara vez me limitaba a pegar un ojo con la consola encendida: esa ranura para encajar los cartuchos me volvía loco, me invitaba constantemente a que continuara con mis maratónicas sesiones de ISS Soccer o DK Country. Pero a los inconformistas como yo les llega ese día en que el mundo te pega un cachetazo y te dice: “che vos boludo, las cosas cambian, hay que evolucionar, es una necesidad básica”. Fue el día en que llegaron los juegos tridimensionales, el render y los polígonos por doquier, los frames por segundo, las placas aceleradoras gráficas... todo un universo de sensaciones que la pobre Super Nintendo no estaba preparada para soportar. Y vendí mi consola. La vendí mal. Me metí en la boca del lobo (literalmente) para conseguir una Playstation que saciara mi nueva sed tridimensional, y luego de un tiempo el cansancio y el hastío no se hicieron esperar. La adrenalina ya no era la misma, aunque los juegos habían evolucionado bastante, eso no se puede negar. Ni siquiera la PS2 logró despertar la chispa que me generó en el pasado la 16 bits de Nintendo. Más adelante Gameboy Advance (de Nintendo, cuando no) se acercó mucho a aquellas imborrables experiencias, pero su carácter portátil la hacían ideal para echarse unas partidas rápidas y mandarse a mudar, su batería no tenía mucho aguante. Y sí, fue otro gran amor. Es así como en la actualidad, ante cada consola nueva que llega a mis manos el “fantasma Super Nintendo” se deposita en ella: busco emuladores de Super NES que corran bien, o juegos de aquella época adaptados a las nuevas prestaciones de la última generación, pero nada vuelve a ser como antes. No quiero Super Mario Kart 3D, dame el Mario Kart de toda la vida! Ya sé que el aura de aquellos momento compartidos se perdió para siempre, pero yo no me resigno a vivir sin ella. Quiero que vuelva a mi vida, no me importa lo baqueteada que esté con el paso de los años, no me importa la cantidad de manos distintas que pulsaron su botonera hasta el hartazgo. Super Nintendo, volvé a mí.

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