Escupiendo el asado

Saturday, August 27, 2011

2 películas para pasarla bomba

Voy a hablar de dos películas que están relacionadas por un mismo tema: el bombardeo estadounidense sobre Japón durante la Segunda Guerra Mundial. Hay infinidad de films que abordan el asunto, pero es en el anime japonés donde encuentro –lógicamente- un mayor compromiso con el suceso histórico, además de un impresionante nivel descriptivo para narrar el horror que debió afrontar el pueblo nipón en 1945 (y las consecuentes secuelas)

Hiroshima (1983): Esta peli es un flash. Terrible, cruda, desgarradora, una bomba atómica al corazón. Narra la historia de Gen, un estudiante de escuela primaria que, al igual que cualquier ciudadano de Hiroshima en 1945 (previo al bombardeo atómico) se caga de hambre junto a su familia debido la escasez de alimentos. Para colmo su madre esta embarazada y en un estado de salud delicado, y su padre es despreciado por ser pacifista y negarse a ir a la guerra (además de ser opositor al gobierno). Hasta ahí, su infancia es todo lo anormal que puede ser bajo esas circunstancias. Pero, a partir del momento en que se produce el devastador ataque nuclear... bienvenidos al infierno! Lo que sigue es un secuencia dantesca de 20 minutos, donde vemos a Gen sobrevivir milagrosamente junto a su madre, pero ¿para qué? El pobre pibe tiene que presenciar la muerte de su padre y hermanos, observar el desfile de cuerpos desmembrados, incinerados, derretidos. Zombies radioactivos escapando al calor de las llamas, realmente todo muy impactante al estilo japonés. Muy fuerte. Hiroshima es una especia de Noche y Niebla (lo junan? El crudísimo documental de Alain Resnais sobre el Holocausto judío?), fantástica y brutal. No pretende ser educativa ni veraz, ni estéticamente bella: es solo una reinterpretación del horror en su máxima expresión. Y sin embargo, no deja de tener un mensaje esperanzador.


La tumba de las luciérnagas (1988): esta es mucho menos critica, más realista y naif que la anterior, pero al estilo Miyazaki. La vi por recomendación de mi amiga Cata (hacia allá van los créditos), y es una producción del multipremiado Studio Ghibli (sí, el de Miyazaki, pero la peli no la dirige él). Una vez mas, los niños son el eje de la historia: Seita y su hermana pequeña Setsuko pierden a su madre luego de un bombardeo en Kobe, y quedan al cuidado de sus tíos. Ambos son hijos de un oficial de la marina japonesa del cual se desconoce su paradero. Luego de un tiempo los tíos se hartan de los pendejos ya que los consideran una carga pesada –que lo son-, recordemos que en aquellos días el principal problema era la falta de alimentos, y darle de comer a dos bocas más implicaba un sacrificio enorme. Seita y su hermana deciden irse a vivir solos a un refugio abandonado, al principio esta todo bien, pero luego el hambre hará estragos, especialmente en la pequeña Setsuko. Aquí la crudeza de los cuerpos derretidos es reemplazada por la bella metáfora de las luciérnagas. La sutileza y la ternura “miyazakieska” dan forma a otro relato conmovedor, golpeando abajo pero con fundamentos. Eso sí, acá yo no veo esperanza.


Ambos films aportan miradas bastante asimétricas sobre el mismo acontecimiento, siendo La tumba... , la que goza de una mayor factura técnica, dotada de una animación mas fluida y todos los chiches al que el Studio Ghibli nos tiene acostumbrados. Además, se terminó convirtiendo en “LA” película sobre el ataque nuclear, y en Japón se la utiliza con fines educativos. Sin embargo, yo me quedo Hiroshima, que además de toda su brutalidad sin anestesia, es muy critica contra ese axioma japonés que ensalza la valentía de quien no se entrega aún cuando todo esta perdido. O como bien lo explica el malogrado padre de Gen: “Que me llamen traidor o cobarde es un orgullo. Las guerras las manejan asesinos y nuestros líderes son unos dementes. Se necesita mas valentía para proteger algo sin necesidad de matar a otro. Eso es pelear con verdadera valentía.”

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Friday, August 12, 2011

Mi yo del pasado

Yo fui un comprador compulsivo de discos. Eran los 90s, el MP3 era una quimera nerd, el 1 a 1 estaba en su apogeo, y una insaciable sed melómana recorría mis venas en mi incipiente adolescencia. Ahora, 1 millón de años luz después, mientras reordeno y aprovecho para volver a escuchar algunos de los CDs que terminaron engrosando mi colección, acabo de llegar a una conclusión: era/soy un groso total. Con toda la modestia del mundo y la humildad que siempre me caracterizó, confieso que es así. O sea, no poseo un solo CD del cual me arrepienta de su adquisición. En parte se debe a que mi yo del pasado tenía (tiene) un oído de la gran puta: por ejemplo, de niño me gustaban los Beach Boys, pero arranque por Pet Sounds... y me quedé en Pet Sounds! Nada de Barbara Ann y demás boludeces. A los 13/14 años consumía las pocas revistas que había sobre rock, aunque no eran una verdadera guía a la hora de elegir música. La radio mandaba por aquellos años, lo que no sonaba allí, prácticamente no existía. Pero como dije antes, yo era un comprador compulsivo de discos. A veces, muchas veces, compraba discos solo por el arte de tapa: si la portada estaba buena, adentro. ¿Que atractivo podían ofrecer Van Der Graaf Generator y The Jesus and Mary Chain a mi yo del pasado, que desconocía absolutamente flora, fauna e hidrografía de las bandas mencionadas? Nada, con la tapa de sus discos me alcanzaba. Esto lo hice muchas veces y casi nunca me salió mal. Lo hice con Sui Generis, Pequeñas Anécdotas sobre las Instituciones se impuso al resto de su discografía, solo por su portada. Fever In/Fever Out de Luscious Jackson y Six de Mansun fueron dos perlas elegidas bajo la misma metodología. Era cuestión de entrar a una disquería y empezar a apuntar con mi prodigioso dedo índice bendecido por los dioses del rock, hasta dar con el botín buscado: una linda y hermosa portada.
Lógicamente, con el paso de los años y una melomanía en franco ascenso, cada vez me resultaba mas difícil desconocer a una banda/artista. Aunque me gustase la tapa de London Calling, ya sabía perfectamente quienes eran The Clash. Lo mismo con Transformer de Lou Reed. Ya se había perdido la magia. El fin del 1 a 1 triplico el valor de los discos, y a su vez las tiendas redujeron enormemente su catálogo. Se acabaron los discos raros, llegó el turno de la importación (básicamente, el CD pasó a ser un bien de lujo). Con la irrupción del MP3, el artwork pasó a ser un objeto de museo. Pero cual hay? Es un sacrificio razonable con tal de poder escuchar un disco que jamás será publicado en Argentina. Adiós formato físico, bienvenida la era digital. No señor, yo no soy un llorón nostálgico. Pero como venía diciendo -2 millones de años después y miles de terabytes de música descargada- no poseo discos de los cuales me arrepienta. O sea, todos tienen un Bon Jovi, un Roxette, un The Corrs, un Chumbawamba, un Blink 182, un Crazy Town... es lo normal descarrilar en algún momento, máxime cuando se está en una etapa “formativa” en el adiestramiento musical del oído. Pero a mi yo del pasado eso nunca le sucedió. Quiero que sepas que estoy muy orgulloso de vos, yo del pasado!

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Friday, August 05, 2011

indieHearts Mag #2: agosto 2011

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Monday, August 01, 2011

Gran chamuyo

Ronnie Vannucci Jr siempre mereció el mayor de mis respetos por su labor como batero de The Killes: su desempeño en Hot Fuss fue superlativo, y verlo tocar en vivo es todo un show dentro del show. A principios de año Big Talk, proyecto solista de Vannucci, ofreció un adelanto de su disco debut bastante interesante a través del single Getaways, canción con ciertas reminiscencias a aquel exitoso debut de The Killers.

El álbum no esta nada mal, cuenta con la producción del gran Joe Chicarelli (un groso que trabajó con The Shins, U2, Beck e hizo lo que pudo con Angles de The Strokes), y tiene la colaboración del bajista y miembro fundador de Weezer, Matt Sharp. A que suena el álbum? Es como cruzar a The Killers de 2004 con George Harrisson de su etapa Travelling Wilburys: dicho de otro modo, es un balance algo desbalanceado entre una suerte de electro-rock ochentoso y el folk rock de Tom Petty. El disco va directo al grano, estribillos obvios, guitarras predecibles... son 12 canciones que no se proponen revolucionar nada, es música para disfrutar de forma inmediata. Y eso también es rock! Mi canción preferida hasta ahora es Girl At Sunrise, cuyo riff de guitarra es un choreo enorme a Rebel Rebel de Bowie...

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