Ya no escribo sobre mujeres
Hace un par de días tuve un momento
revelador: estaba situado en un bar literario, un escenario, un
micrófono abierto, gente leyendo poesía y yo, sentado, tomando
birra y pensando “yo escribía cosas copadas, yo era un poeta, y no
era tan malo” a continuación intenté escribir algunas líneas
sobre una servilleta, fue al pedo, no me salió nada ¿que carajo
pasa? Inmediatamente lo entendí: ya no escribo sobre mujeres. La
mujer es la fuente universal de inspiración para el alma de un
hombre sensible y heterosexual, sobre todo la mujer que está fuerte,
con buen orto, gomas, piernas, todo en su lugar, en sus proporciones
adecuadas. Bah, una musa. Básicamente sobre eso escribí durante más
de 6 años en este blog: mujeres que me rompieron la cabeza, el alma,
el corazón, el culo... musas. El 80% del contenido de este blog
estuvo dedicado a 2 o 3 musas que llenaron mi vida de infelicidad y
alegría en partes absolutamente asimétricas. Por ellas me quise
matar, me ahogué en alcohol, escuché la música más depresiva del
mundo, me ahogué en alcohol, lloré con comedias románticas, me
ahogué en alcohol y paralelamente en una madrugada cualquiera (como
esta) me ponía a escribir la primer boludez que se me cruzaba por la
mente, bajo los efectos embriagadores que las musas provocaban en mi.
El resultado era pura mierda pero de buena calidad, lo suficiente
como para decorar una servilleta con palabras bonitas y engañar a
una audiencia sedienta por leer el nuevo material del pelotudo
sufrido ese que ya no soy. Ahora soy un pelotudo incapaz de enhebrar
tres metáforas decentes sobre senos, nalgas, clavículas, cuello,
tobillos y la parte de atrás de las rodillas femeninas que me
encantan. Cada vez que intento escribir sobre el cuerpo femenino me
siento como un asesino serial, desmembrando las partes que me
interesan del cuerpo y acumulándolas en una bolsa de residuo,
esperando el momento en que la musa deposite toda su aura creativa
sobre mí, momento que jamás llega, las partes se descomponen y el
olor a podrido me aleja de la intención inicial. No creo que se
me hayan acabado las musas: mientras existan los culos y las tetas la
poesía, la alta poesía, jamás morirá. El problema es que “mis”
musas se fueron de gira, y se llevaron consigo sus culos y sus tetas,
y ahora necesito que me devuelvan sus culos y sus tetas para poder
embriagarme en las mieles de la poética más excelsa.
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