Siempre, desde tiempos remotos, sucede que en toda reunión masculina, esas donde el asado y el vino abundan (en cantidad, mas no en calidad), se plantea una y otra vez aquel apasionante, inacabable e inabarcable dilema, ese que te obliga sí o sí a tomar una postura firme, en un tema sobre el que dudar no está permitido, un debate que no admite tibiezas: por supuesto, estoy hablando del clásico tetas o culos. Las posturas mas firmes e irreductibles esgrimirán el mas positivista e inclaudicable de sus argumentos, ese que comienza con la frase "está científicamente comprobado..." (wow la santa ciencia) y continúa con "...que lo primero que un hombre observa en una mujer son sus tetas". Pero, lo que la ciencia no termina de aclarar (o quizás no le convenga), es el verdadero motivo por el cual se produce esta predominancia de glándulas mamarias en el espectro visual masculino. Y la explicación es sencilla: cuando las tetas se acercan son amenazantes, vienen hacia vos, no hay escapatoria, cuando se aproximan su presencia invasiva es alarmante, por lo que fijar la mirada en ellas no solo resulta inevitable sino que hasta necesario, es un reflejo pavloviano ante un fuerte estímulo visual, es más un acto de supervivencia que una elección personal. Independientemente del tamaño, textura y pulposidad de las tetas, el regodeo visual másculino sucederá en una segunda instancia, una vez superado el desconcertante shock inicial.
El culo es absulotamente todo lo contrario a las tetas. Los defensores del culo (entre los cuales me suscribo) lo sabemos muy bién: para nosotros el culo es pura utopía. El culo jamás viene hacia vos, hay que perseguirlo, es un objeto de deseo en permanente huída, y el amante del culo es un eterno pescador de ilusiones. El culo es instantáneo, lo viste y te gustó, la impronta de un culo portentoso puede grabarse en la retina de un hombre por varias horas (a veces días). El culo de una mujer que pasa es un imán para la vista, la mas eficáz y mortal de las carnadas, un trozo de queso a partir al medio depositado en la ratonera de la vida. Entre todas la categorías de culos que tuve el placer de catalogar a lo largo de mi (corta) vida, el culo en calzas deportivas sin lugar a dudas se merece un apartado especial. Se trata de un culo característico en el fenotipo de las personal trainers, sometido a un exhaustivo entrenamiento rutinario con el único fin de evitar el desmoronamiento lógico por el desgaste de los años. Pasar por un gimnasio y observar esos culos encalzados, haciendo sentadillas, dandole duro a la bicicleta, pedaleando contra la gravedad, rebelándose contra un destino de flacidez inexorable, es un acto de heroicidad conmovedor. Estos culos no son exclusivos del gym, también pueden divisarse en los parques o en las plazas, trotando en circulos, trazando una cadencia de movimientos símil a una plataforma circular giratoria perfecta, cual calesita de los deseos culeros... cómo no aferrarse a la sortija y exigir la vuelta adicional? Eso es el culo señores, eso es todo lo que es.
Fotografía por Matilde Moyano
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