Alcohol

-Por qué no?
-porque es delicioso,
hace ver a las mujeres más atractivas,
y nos vuelve practicamente invulnerables a las criticas.
(Alcalde Diamante dixit)
El alcohol siempre está presente, existan o no motivos para festejar, es nuestro invitado de honor en todo momento que se precie. En su favor puede decirse que es un potente agente desinhibidor, complemento creativo ideal para el artista sediento de inspiración, para el amargado que busca olvidar penurias pasadas, y para el borracho... vino, whisky y cerveza constituyen un triunvirato irresistible aun para los hígados más saludables, y para paladares de cualquier índole.
En éstas fiestas de fin de año (o al menos en las mías), existe una relación 3 a 1 a favor del alcohol sobre el pan dulce; se trata de una suerte de campeonato entre parientes por ver quien lleva el mejor vino, y siempre esgrimiendo comentarios que desembocan en eternas peleas inútiles para definir, por ejemplo, si existe mejor clima en mendoza para la cosecha de malbec o si San Juan tiene un suelo perfecto para el cultivo de Syrah, o si las bodegas Chandon le mete aserrín a la variedad denominada Pinot Noir... en fin todas estas discusiones que empiezan con cierto grado de conocimiento, respeto y camaradería, empiezan a tornarse violentas a medida que las botellas se van vaciando y las copas rellenando. Es entonces cuando el nivel de la discusión se va a la mierda y se escuchan epítetos como “los que toman vino blanco se la comen” (momento en el cual algún tío lejano que está tomando tranqui un torrontés*, empieza a tener
ganas de intervenir en la discusión), o si no un denigrante “Perón era abstemio” (hecho que se comprobaría en una de las tantas e inmortales frases peronistas: “mate sí, whisky no”), y entonces acá si todo se va definitivamente a la mierda; Evita, Cristina, el barba Gutierrez, los Saddi, Riquelme, Raphael, el che, Maradona, Chávez, Galtieri, las alpargatas, el pan dulce y la sidra se mezclan en un torrente imparable de oralidad etílica, mezclado con odios y rencores típicos de cualquier familia de vecino.
El momento cumbre de la noche se vivirá cuando uno de esos tíos entusiastas (y no tan lejano) recontrapasado de chandon extra-brut, secuestre al “niño-dios” del pesebre, se lo ponga encima de la cabeza a modo de sombrero y empiece a gritar “soy DIOS, soy DIOS!!” (juro que esto es real), ante el asombro de muchos y la carcajada atragantada de otros tantos.
Después de presenciar semejante acto de “herejía” me hago la pregunta de todos los años, “¿será ésta la navidad más patética de la historia?” pero en lo que ya viene siendo un axioma, la próxima siempre es la peor.
*para los no entendidos, se trata de una variedad de vino blanco.